sábado, 1 de diciembre de 2012

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El avión aterrizó en el aeropuerto de Barajas envuelto en la tormenta. Rubén y Alba habían vuelto en asientos contiguos aunque después de cinco años juntos no se habían dirigido la palabra en las quince horas de vuelo. Romper estando de viaje tiene ciertos inconvenientes. La vuelta es uno de ellos. Ahora caminaban absortos en sus pensamientos, sin mirarse, arrastrando las grandes maletas con ruedas por uno de los asépticos y brillantes pasillos de la terminal.  Al llegar a la altura de los servicios Alba se paró en seco.
—¿Qué te pasa? Estás amarilla.—dijo Rubén.
Alba tiró la maleta al suelo y salió corriendo hacia el lavabo de señoras. Una vez allí apenas tuvo tiempo de vomitar la cena del avión. Salió del retrete, se lavó, se miró al espejo y, después de un gran soplido, salió a la terminal de llegadas.
—¿Estás bien?-preguntó Rubén
—Sí. Ha sido el colofón de todo. La tormenta, la comida…todo.
—Claro- Rubén miraba al suelo.-Oye, podemos arregl…
—No. Ya está todo hablado, no hay nada que arreglar.
La lluvia caía con fuerza en la parada de taxis. Salió un hombre trajeado apresuradamente de uno de ellos. Rubén y Alba se miraron un momento como quien mira la fachada de  una casa en ruinas.
—Tuyo.-susurró apenas.
—Claro.-dijo ella dándole dos besos.- Adiós.
Alba metió sus bultos en el maletero con ayuda del taxista. Rubén se quedó mirando su pelo corto y ya sin rastas. Se había metido en el  coche y estaba cerrando la puerta cuando Rubén saltó y la cogió del brazo.
—Una cosa, Alba.
—¿Qué quieres? –cerró los ojos y las gotas de lluvia se deslizaron libremente desde pelo mojado de la frente hasta sus párpados, distribuyéndose desde ahí por el resto de la cara. Estaba hermosísima–Déjalo, por favor.
—Si, si, lo dejo, pero prométeme una cosa.-había un brillo urgente en el tono de voz de Rubén.-Prométemela.
—No es el momento de promesas, Rubén.
—Prométeme que dentro de veinte años me buscarás y volveremos a La India.
—¿Qué? Por Dios Rubén…
—Te lo digo en serio, volveremos a hacernos las fotos que perdimos.
__Es posible que la India no exista dentro de veinte años, es posible que nosotros no existamos, Rubén, ¿Te das cuenta de la tontería que estás diciendo?.
__Prométemelo.
A veces, Rubén le parecía encantador. Tenía una vena romántica, casi infantil, que lo convertía en un ser adorable, una persona que necesitaba cuidados y protección. A punto estuvo de decirle que subiera al taxi. Le llevaría a casa, le quitaría la ropa y le secaría con una toalla antes de...Pero eso hubiera sido un error. ¿O no? En cualquier caso, nunca lo sabría. Le acarició la cara y cerró la puerta.
Rubén permanecía de pie bajo la lluvia como un soldado vencido esperando las condiciones de la rendición.Miraba a través de las pequeñas serpientes de agua que reptaban por la ventana del taxi  hasta que esta se bajó descubriendo el rostro de la mujer que amaba. Alba sonreía con cara de lástima, cómo si se sintiera culpable. El coche arrancó y el sonido del motor  mezclándose con la lluvia se confundió con las palabras que salieron de la boca de la persona que, hasta ahora y desde hacía mucho tiempo, era el centro de su vida. Ahora se había convertido en su epicentro. Todo se tambaleaba. Pero más que dolor, eso vendría después, cuando lo hubiera asimilado todo, sentía que todo era irreal.  Incluso la lluvia estaba cayendo demasiado fuerte, a chorros, como en una película americana.
Prométeme que dentro de veinte años me buscarás y volveremos a La India.¿De verdad había dicho eso? Era increíble.
 -Te lo prometo.-logró balbucear Alba con hastío.
El taxi empezó a moverse por el denso tráfico del aeropuerto hasta que se perdió en la distancia y en el frío.
Era 23 de Diciembre de 1991.




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