El avión aterrizó en el aeropuerto de Barajas envuelto en
la tormenta. Rubén y Alba habían vuelto en asientos contiguos aunque después de
cinco años juntos no se habían dirigido la palabra en las quince horas de vuelo.
Romper estando de viaje tiene ciertos inconvenientes. La vuelta es uno de
ellos. Ahora caminaban absortos en sus pensamientos, sin mirarse, arrastrando
las grandes maletas con ruedas por uno de los asépticos y brillantes pasillos
de la terminal. Al llegar a la altura
de los servicios Alba se paró en seco.
—¿Qué
te pasa? Estás amarilla.—dijo Rubén.
Alba tiró la maleta al suelo y salió corriendo hacia el
lavabo de señoras. Una vez allí apenas tuvo tiempo de vomitar la cena del
avión. Salió del retrete, se lavó, se miró al espejo y, después de un gran
soplido, salió a la terminal de llegadas.
—¿Estás
bien?-preguntó Rubén
—Sí.
Ha sido el colofón de todo. La tormenta, la comida…todo.
—Claro- Rubén miraba al suelo.-Oye, podemos arregl…
—No. Ya está todo hablado, no hay nada que arreglar.
La lluvia caía con fuerza en la parada de taxis. Salió un
hombre trajeado apresuradamente de uno de ellos. Rubén y Alba se miraron un
momento como quien mira la fachada de
una casa en ruinas.
—Tuyo.-susurró apenas.
—Claro.-dijo
ella dándole dos besos.- Adiós.
Alba metió sus bultos en el maletero con ayuda del taxista.
Rubén se quedó mirando su pelo corto y ya sin rastas. Se había metido en
el coche y estaba cerrando la puerta
cuando Rubén saltó y la cogió del brazo.
—Una
cosa, Alba.
—¿Qué
quieres? –cerró los ojos y las gotas de lluvia se deslizaron libremente desde
pelo mojado de la frente hasta sus párpados, distribuyéndose desde ahí por el resto de la cara. Estaba hermosísima–Déjalo, por
favor.
—Si,
si, lo dejo, pero prométeme una cosa.-había un brillo urgente en
el tono de voz de Rubén.-Prométemela.
—No
es el momento de promesas, Rubén.
—Prométeme
que dentro de veinte años me buscarás y volveremos a La India.
—¿Qué?
Por Dios Rubén…
—Te
lo digo en serio, volveremos a hacernos las fotos que perdimos.
__Es
posible que la India no exista dentro de veinte años, es posible que nosotros
no existamos, Rubén, ¿Te das cuenta de la tontería que estás diciendo?.
__Prométemelo.
A veces, Rubén le parecía encantador. Tenía una vena
romántica, casi infantil, que lo convertía en un ser adorable, una persona que
necesitaba cuidados y protección. A punto estuvo de decirle que subiera al taxi.
Le llevaría a casa, le quitaría la ropa y le secaría con una toalla antes
de...Pero eso hubiera sido un error. ¿O no? En cualquier caso, nunca lo sabría.
Le acarició la cara y cerró la puerta.
Rubén permanecía de pie bajo la lluvia como un soldado vencido esperando las condiciones de la rendición.Miraba a través de las pequeñas serpientes de agua que
reptaban por la ventana del taxi hasta
que esta se bajó descubriendo el rostro de la mujer que amaba. Alba sonreía con
cara de lástima, cómo si se sintiera culpable. El coche arrancó y el sonido del
motor mezclándose con la lluvia se
confundió con las palabras que salieron de la boca de la persona que, hasta ahora y desde hacía mucho tiempo, era el centro de su vida. Ahora se había convertido en su epicentro. Todo se tambaleaba. Pero más que dolor, eso vendría después, cuando lo hubiera asimilado todo, sentía que todo era irreal. Incluso la lluvia estaba cayendo demasiado fuerte, a chorros, como en una película americana.
Prométeme que dentro de veinte años me buscarás y volveremos a La India.¿De verdad había dicho eso? Era increíble.
-Te lo prometo.-logró balbucear Alba con hastío.
Prométeme que dentro de veinte años me buscarás y volveremos a La India.¿De verdad había dicho eso? Era increíble.
-Te lo prometo.-logró balbucear Alba con hastío.
El taxi empezó a moverse por el denso tráfico del aeropuerto hasta que se
perdió en la distancia y en el frío.
Era
23 de Diciembre de 1991.
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